Aunque como tabú está superado en la mayor parte del mundo civilizado, el sexo anal sigue siendo, hoy por hoy, una práctica alternativa, una frontera sexual no cruzada por la multitud, una meta a conquistar, la última barrera que romper. Un placer de minorías que, según las últimas encuestas mundiales, es practicado con regularidad sólo por un 10% de las parejas heterosexuales, aunque el 40% de las mujeres lo ha probado una vez, por lo menos. Por supuesto, el sexo anal es mucho más practicado en el mundo gay.
Si se hace mal, el sexo anal puede ser muy doloroso. Si se hace bien, puede dar mucho placer. El caso es equilibrar ambas cosas. Feel the pain, feel the pleasure. Entrar por detrás es todo un arte. Para aquellos hombres y mujeres que quieran iniciarse en las delicias del sexo anal o perfeccionar su delicada práctica, he aquí algunos consejos de la A a la Z.
Ano: lugar donde la espalda pierde su casto nombre. El Diccionario de la Real Academia Española lo define como el "orificio del conducto digestivo por el cual se expele el excremento", obviando cualquier posible aplicación sexual. Pero, como todos sabemos, el ano está dotado de innumerables terminaciones nerviosas y suele producir placer (unas veces) y dolor (otras) el introducir objetos, dedos, puños, lenguas o penes en su interior.
Bolitas anales (o thailandesas): variante de las bolas chinas que tienen menos tamaño que las vaginales y están especialmente indicadas para estimular el ano. Pueden servir para "educar" el esfínter de cara a futuros coitos anales, sí, pero también para complementar la penetración vaginal o el cunnilingus, sacándolas en el momento del clímax.
Especialmente recomendables son las Flexi felix, cinco bolitas unidas por un cordel de silicona (material no poroso) que, metidas de golpe con lubricante y sacadas poco a poco pueden hacer tocar el cielo a los amantes más sibaritas.
Contra natura: es el nombre que la Iglesia Católica le daba a las prácticas anales. "Contra la naturaleza" porque se penetra un orificio que no ha sido puesto ahí por el Creador para hacer el amor, sino para expulsar desechos fecales. Y contra la naturaleza, también, porque al derramar el semen en el conducto anal no se engendran hijos y la Iglesia sólo respeta el sexo con fines reproductivos. O sea que sí, que, como diría un cura moderno, "darse por el culo es pecado, hija mía".
Como siempre, la Iglesia no tiene en cuenta el hecho de que la sexualidad humana va más allá de la reproducción y que el coito anal es un juego sexual practicado desde hace millones de años, por reptiles y otras especies, mucho antes de la (relativamente tardía) aparición de las vaginas. En la actualidad, muchas razas de perros, simios y humanos la practican con fruición.
Culo: según la RAE, "conjunto de las dos nalgas".
Dedo: instrumento de carne y hueso que, entre otras cosas, sirve para estimular y dilatar el ano. Penes aparte, el sexo anal puede disfrutarse usando uno o varios dedos que se introduce/n en el culo masculino o femenino durante el juego sexual o el coito. En este sentido, se recomienda empapar bien el dedo en saliva o lubricante, introducirlo lentamente y agitarlo con suaves movimientos circulares en las profundidades del recto. Sin rascar.
Dolor: si se practica así, de repente, a traición y sin preparación, el sexo anal puede resultar muy doloroso. La popular y vulgar frase "me han roto el culo" es el mejor ejemplo: nadie dice "me han roto la vagina" después de practicar sexo vaginal. Pero el sexo anal duele porque el conducto es más estrecho y tiene que ir acostumbrándose. El truco es ir poco a poco y jugar con las sensaciones. La cosa irá bien mientras el morbo o el placer sean superiores a las molestias y por supuesto, saber parar cuando duele mucho.
Enculada: acto de "dar por el culo". Uno de los vulgarismos usados popularmente como sinónimo de sexo anal, en las antípodas del refinado verbo "sodomizar" (cuyo origen procede de Sodoma, ciudad bíblica del pecado destruida por la ira de Jehová).
El acto sexual anal también se usa para expresar distintos actos no sexuales, como la coba o adulación excesiva ("lamer el culo a"), el esfuerzo insistente por agradar o conseguir algo ("perder el culo por") o, todo lo contrario, rechazar radicalmente a una persona ("mandar a tomar por el culo").
Esfínter: es la frontera a franquear. Cada esfínter es un mundo con distintos grados de flexibilidad, anchura y suavidad. Hay esfínteres muy estrechos que no quieren dejar pasar nada que tenga más diámetro que un supositorio. La cuestión es ir dilatando el esfínter poco a poco, primero con lengua, luego con dedos impregnados de lubricante, luego con pequeños vibradores anales, para ir relajándolo hasta que llegue la hora de recibir el pene.
Si no se hace gradualmente, el músculo no estará distendido y él o ella verá las estrellas, arriesgándose a sufrir un desgarro de muy desagradables consecuencias y mucha vergüenza en la pulcra mesa del doctor.
Eyaculación: ¿Qué pasa cuando un hombre eyacula en las profundidades de un ano? Si está sano, poca cosa. Oleadas de calor en las entrañas y luego se elimina poco a poco, mezclado con las heces, en las siguientes deposiciones. A quien le resulte desagradable recibir el semen en su interior, puede pedir al hombre que saque el pene en el momento de la verdad y eyacule sobre las nalgas, por poner un ejemplo al azar.
Fisting anal: también conocido como fist fucking anal, es el arte de introducir un puño en un ano para dar placer. Suele darse más entre homosexuales con esfínteres muy dilatados y hacerlo requiere unas complejas técnicas.
Higiene: si el gusto sexual de los amantes no indica lo contrario, la higiene es fundamental a la hora de entregarse a las prácticas sodomitas. Un culo sucio no es plato de gusto para las personas no aficionadas a la coprofilia, pero para algo existe una cosa llamada bidet.
En cuanto al interior, es recomendable "hacer de vientre" antes de entrar en materia y, si los amantes son muy escrupulosos, se puede recurrir a una lavativa para no encontrarse con sorpresas en el espacio interior. (Véase "Lavativa"). La higiene es más importante para la mujer (que, siempre intentando aparecer pulcra y bienoliente, se suele abochornar si el pene sale sucio de su orificio), que para el hombre que, por regla general, tiene menos escrúpulos en la cama y en cualquier otro lugar.
Hombre: individuo que se halla en posesión de un pene. Aunque no es imprescindible, resulta bastante útil para practicar sexo anal ya que, por su textura y peculiaridades, los penes son ideales para la penetración anal (salvo que sean demasiado gruesos, claro).
No hay que olvidar, en ningún caso, que la sodomía también puede ser practicada entre señoritas, utilizando consoladores o un arnés con pene postizo incorporado. De esta misma manera, es posible cambiar los papeles y que una mujer acabe enculando a un hombre para gran satisfacción de ambas partes.
Ilegal: el sexo anal está prohibido en varios lugares del mundo. Sorprende que sea ilegal (incluso dentro del matrimonio) en un puñado estados de Norteamérica, buque insignia de Occidente. En Kansas, si entra un policía en tu casa y te sorprende con las manos en la masa (o sea, con el pene en un trasero de tu mujer) te puede costar seis meses de cárcel; en Maryland, 10 años; en Nebraska, también una década de prisión mas una multa de 5.000 dólares y en Carolina del Sur, hasta un lustro de cárcel con una multa de 500 dólares. En los estados que penan la sodomía homosexual no entramos porque la lista sería interminable.
Infecciones: pueden producirse en la vagina o en la boca como consecuencia del sexo anal. Para evitarlas, es recomendable dejar el sexo anal para el final, es decir, no chupar ni meterse en la vagina el pene después de haberlo pasado por detrás y lavarse cuidadosamente cada vez.
Lavativa: también conocida como enema, es un instrumento que sirve para dejar el recto y el colon como patenas, introduciendo agua tibia a través del conducto anal. Es la única manera de practicar la sodomía con la seguridad de que no se van a encontrar sorpresas engorrosas. La lavativa tarda entre 20 minutos y media hora en hacer efecto.
Cuando la lavativa se convierte en un fin en sí misma, o sea, cuando lo que da placer es poner y/o ponerse un enema, se puede hablar de clismafilia, una parafilia que consiste en usar la lavativa mientras se practican juegos sexuales.
Lubricante: sustancia viscosa o resbaladiza imprescindible para humedecer la zona anal y facilitar la penetración. El ano, a diferencia de la vagina, no segrega fluidos lubricantes, así que han de ser aplicados desde el exterior.
El lubricante puede ser natural (saliva, semen, flujos vaginales, etc.) o artificial. Este último puede ser de base acuosa, que tiene la ventaja de irritar menos la carne del esfínter, o de silicona, que tiene la ventaja de durar más y lubricar mejor la zona.
Hay decenas en el mercado; por ejemplo, Bioglide, que ofrece dilatación extra, es hipoalergénico, 100% biológico, no mancha ni huele y es compatible con el condón.
Nalgas: compuertas del ano. Si son redondeadas, respingonas, carnosas y, en general, bonitas, pondrán el pene más duro, preparándolo para la penetración. Las nalgas reciben placer a través del palmoteo y de la fricción, que también son excelentes prolegómenos precoitales.
Importante: las mujeres se excitan más con los masajes que les levantan y les abren las nalgas que con aquellos que se las bajan y se las cierran. Los hombres, por su parte, prefieren pellizquitos, palmadas y magreo bruto en general, con especial predilección por las caricias en la zona alta, justo donde se funden culo y espalda. Si son generosas, las nalgas pueden usarse para masturbar un pene, del mismo modo que se hace con los pechos.
Novias / mujeres / amantes: históricamente, son damas que, por represión, higiene o miedo, no han estado predispuestas a catar las mieles de la sodomía. Aunque las cosas han cambiado sensiblemente en este sentido, a veces que convencerlas poco a poco, con tacto y con contacto bien lubricado, para que entren en razón y abran las divinas compuertas de sus nalgas... aunque sólo sea una vez. Si se hace correctamente, lo más probable es que repitan, aunque sea con otro.
Novios / maridos / amantes: históricamente, son unos señores que quieren meterse a toda costa por la puerta de atrás. Si les dices que no, pueden llegar a obsesionarse, insistiendo mucho para entrar en esa pequeña habitación prohibida que tienes cerrada con llave. En este aspecto las cosas no han cambiado en absoluto.
La cultura popular moderna, particularmente la nueva ola de series desprendidas y liberales como Sexo en Nueva York y Mujeres desesperadas indican que, para que no pierdan la cabeza ni se vayan por ahí a buscar otra con la que hacerlo, lo mejor es dejarles probar. En un capítulo de esta última, el personaje de Eva Longoria le decía a una amiga que sí, que al hombre había que darle sexo anal para convencerlo de que le habías entregado esa parte de ti, pero que luego no era necesario repetir la experiencia, ni él tampoco insistiría mucho.
Esta teoría coincide con los porcentajes: el 40% lo prueba, pero sólo el 10% repite habitualemente. Insistimos: eso es que la primera vez se hizo sin experiencia, sin tacto o sin manual.
Orgasmo anal: momento de máxima excitación del ano en el que se experimenta un placer muy intenso y espasmódico, seguido de una agradable relajación. No todo el mundo es capaz de conseguir un clímax puramente anal, sin tocarse los genitales y con contracciones rectales de puro placer que hiperestimulan por presión al pene introducido en la cavidad.
Penetración anal: ha de hacerse con sumo cuidado para no producir dolor. Con el esfínter bien dilatado por juegos previos y el pene empapado en lubricante, se pega la punta del glande al esfínter y se masajea ligeramente para luego, muy poco a poco, ir introduciéndolo en el recto sin volver atrás hasta que se haya introducido el pene en su totalidad. La persona que recibe puede hacer el acto más fácil relajando su esfínter y, empujando un poco a veces, como si estuviera defecando pero con menos fuerza, para que el ano se dilate más y reciba mejor al miembro viril.
Pasado el primer trago, el resto es sencillo: coger un buen ritmo entre ambos amantes y dejarse llevar por el instinto.
Próstata: punto G masculino. Aunque se puede estimular a través del perineo (ver "Perineo"), la mejor forma es introduciendo un dedo, consolador o pene en el recto y masajeando la próstata en el interior. Así se consiguen orgasmos intensísimos y, aparentemente, con el ejercicio se previenen enfermedades tan letales como el cáncer de próstata.
Para estimular el punto G masculino te recomendamos el uso del consolador Aneros. Se trata de un masajeador que, gracias a su novedoso diseño, actúa simultaneamente sobre el esfinter y el perineo estimulando, a la vez, los tres puntos erógenos.
Perineo: zona comprendida entre los órganos genitales y el ano extremadamente sensible al contacto de lenguas, dedos y otros inventos. A las mujeres les encanta que les acaricien el perineo haciendo circulitos con el dedo. Y a los hombres, aún más, ya que tienen la zona del perineo ultrasensible, porque bajo ella se encuentra la próstata.
Para estimular el perineo masculino hay que pulsar de forma intermitente, durante un segundo, justo detrás del escroto. Este ejercicio funciona aún mejor si se compagina con sexo oral.
Riesgos: cuando un@ está acostumbrad@, el sexo anal puede llegar a ser muy placentero, incluso más que el vaginal o el oral. Pero… el problema es que estamos hablando una práctica sexual de alto riesgo, ideal para contraer un SIDA, una gonorrea y demás enfermedades de transmisión sexual. Además, puede generar infecciones, fisuras, almorranas, desgarros, condilomatosis, oxiurasis (esta última afecta sobre todo a homosexuales) y muchos más trastornos del trasero.
Por eso es mejor hacerlo relajado, con alguien de confianza y con mucho cuidado. Y, de hacerlo en un portal con un desconocido y sin lubricante, lo mejor es ponerse un par de condones por si las moscas. Sobre todo si se trata de un acto entre caballeros.
Tabú: desde la Edad Media, época en la que se quemaba a los sodomitas en la hoguera, la práctica del sexo anal fue considerada un tabú innombrable propio de herejes. Hoy, el sexo anal pasivo sólo es tabú entre los hombres heterosexuales, que se niegan en redondo a experimentar con su ano y con los placeres de la próstata.
La doctora Patricia Smith, experta en sexología, afirma que "la zona anal sigue siendo la región tabú del cuerpo masculino. Pese a ser muy erótica y contar con gran cantidad de receptores que la hacen muy sensible, muchos hombres no permiten que la mujer estimule su ano". La causa de este tabú reside en el mito del macho activo que, sobre todo en los países latinos, es indestructible, así como el temor casi supersticioso de los hombres heteros a realizar cualquier tipo de práctica que roce la homosexualidad.
Virginidad: la sodomía es practicada por muchas chicas jóvenes que quieren disfrutar del sexo con amantes esporádicos sin sacrificar su virginidad vaginal, que entregarán al hombre con el que se casen o del que estén enamoradas.
Es como un regalo especial que muchas chicas quieren entregar al amor de su vida y, mientras tanto, no se aburren. En razas como la gitana, donde la tradición le otorga al marido el derecho de exigir pruebas de la virginidad de la mujer, es importante mantener intacto el himen. Pero al esfínter, por suerte, no se le puede hacer la prueba del algodón.
Vía: ADN.es
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