miércoles, 31 de enero de 2007

Quien no arriesga... no gana.

Nuestros mayores, en su afán por educarnos en lo “políticamente correcto” nos inculcaron unos valores en torno al sexo que, en muchas ocasiones, no nos permiten disfrutar de nuestro cuerpo y de un instinto tan primario como el deseo por otra persona y por nosotros mismos.

Muchas de mis lectoras me han realizado consultas del mismo tipo:
“Hace unos días una amiga me recomendó un juego erótico para parejas que promete ser muy divertido.
La idea de comprarlo y jugar con mi pareja me parece extremadamente excitante. Sin embargo, no me atrevo a planteárselo puesto que, aunque tenemos mucha confianza, él es un chico muy serio y no quiero que piense que no disfruto con lo que hacemos, puesto que no es el caso”.


Por supuesto que no es el caso o que, al menos, no tiene por qué serlo, pero… ¿No te cansas acaso de comer paella todos los días aunque sea tu comida preferida? ¿No te aburre ver una misma película continuamente? ¿No necesitas cambiar el CD después de escucharlo 3 veces seguidas?
Lo mismo ocurre con el sexo. Podemos disfrutar mucho pero la monotonía acaba con la pasión. Hay que innovar. Innovar en posturas, en detalles, en juegos…

Supón que se lo propones. Te acercas con mirada sensual, le besas tiernamente en los labios y le dices “Cariño, tengo un regalito para ti”.



¿Crees que tu chico se resistiría ante esa proposición? Seguramente ocurrirá todo lo contrario.
“Vamos a jugar y va a ser muy divertido…”
¿Qué pensará de ti? Pues que te gusta, que te excita y que quieres pasar una velada, un fin de semana o toda una vida de pasión a su lado. ¿Por qué perderse esos pequeños placeres por no atreverse a comentar algo? Si algo he aprendido en estos años es que me arrepiento siempre de lo que “no” hice.
Aceptará encantado.
¿Y si no lo hace? NO TE SIENTAS MAL CONTIGO MISMA esto es cuestión de gustos, en todo caso el problema lo tiene él.
Si te dice algo como: “¿Te has vuelto loca? ¡Eso no es para nosotros!” Prepara una respuesta como “Pues a mi me encantaría, soy mucho mas atrevida que tú. ¡Qué pena que seas tan clásico y aburrido!” y vete de la habitación con la cabeza bien alta, insinuándole que es él quien debería cambiar, no tú.

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